Nada ha cambiado, pero hoy miras y puedes ver.
Quedar con un buen amigo, y en uno de mis rincones preferidos entre árboles, agua y patos, colgarme en un abrazo llorando un “estoy cansada, no puedo más”… sacando lo que hay dentro, y… sin más, el día sucede, igual que los anteriores, sobreviviendo.
Y de repente, un día nuevo, las 7, el perro me hace madrugar (ejemplo de absoluto presente, siempre con ganas de vivir y de jugar), y algo ha cambiado, nada es diferente a ayer, salvo que hay ganas, tengo otra perspectiva sobre lo mismo, veo los detalles de lo estático; emprender es duro, lidio con el miedo y la incertidumbre lo mejor que puedo, miedo a exponerme, a atreverme…
¡Búa! … Pero hoy…, hoy tengo otra mirada, hoy veo otras soluciones, hoy… ¿se ha vuelto todo fácil de repente? … ¡qué va! “Solo” he soltado mi impaciencia, mi autoexigencia, he dejado de pretender controlar (¡ahí es nada! jajaja).
¿Y cómo ha soltado? te preguntarás… Pues no lo tengo claro, la verdad. Supongo que rindiéndome a la fuerza por la pura desesperación de que no puedo controlar la VIDA, al final, se trata de VIVIRLA. Hoy soy capaz de ver y valorar todo lo que SÍ TENGO HOY, y lo que SOY, y de que siempre hay mogollón de opciones para hacer algo ahora e ir modificando nuestro camino hacia donde queremos llegar.
Ir a tientas acojona, pero siempre hay alguien que te sostiene, se preocupa y te acompaña, y que con un abrazo te dice, ven que te ayudo a llevar el peso de tu “mochila”.
¡Qué bonito es mirar y ver!
GRACIAS
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